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sábado, 21 de junio de 2008

Exhibición de Clavados

PBRO. LAURO LÓPEZ BELTRÁN

Algo de lo más típico y singular de Acapulco y que atrae y hechiza las miradas de los turistas es el deporte de los clavados. Ya de tiempo inmemorial se venían acostumbrando estos atrevido saltos al mar desde un acantilado casi vertical de 10, 15, 20, 25, 30 y 35 metros de altitud. Pero fue hace 24 años, en un 11 de diciembre, cuando los clavadistas se constituyeron en un club. Y cada año conmemoran esta fecha con una divertida exhibición que llevan a cabo entre 11:00 de la noche y 1:00 ó 2:00 de la mañana del siguiente día 12, fiesta de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe. Y ahora que se trató de reconocer su patrocinio y de proclamarla como Reina de la Mares, tuvieron un doble motivo para tributar a su Celestial Patrona un férvido y espectacular homenaje que dio principio a las 23:30 horas de este último día 11 de diciembre de 1958.

El Párroco del lugar, Don Jorge Parra Martínez se presentó momentos antes para rebendecir la pequeña Imagen que tienen cobijada en un nicho pegado a la roca. Medirá unos 30 centímetros de altura y está muy bien tallada en relieve en madera de cedro. Esta Guadalupanita se bendice cada 11 de diciembre porque la restauran y retocan y limpian, y pulen su pequeña corona cada año. Tuve la ocasión de ver todo su programa muy de cerca, allí junto a los mismos clavadistas, por especial invitación. Y por lo mismo fui testigo de cuanto voy a reseñar.

Uno de los propios clavadistas anunció en español y en inglés que daba principio el programa con tres cantos religiosos que interpretaría el mismo coro de clavadistas, bajo la dirección del maestro Raymundo Palomares. El primer canto fue las "Mañanitas Guadalupanas", con letra del Padre Carlos M. de Heredia. S. J. El segundo se intituló "Virgen de Anáhuac", canción ya muy popular; y el tercero fue nuestro ya conocido "Himno Patriótico Guadalupano", cuya letra es del Lic. José López Portillo y Rojas, y la música del compositor Tiburcio Saucedo Garay. A continuación principaron los clavados a cargo de 21 deportistas. Se pregonó el nombre de cada uno, manifestando su edad, el tiempo que tenía practicando tal deporte, si ya se había retirado, si era novato, si había tenido triunfos en el Extranjero, etc., etc.

Los 21 clavadistas, uno tras otro, ejecutaron su número, a cual más mejor y más aparatoso, siendo muy aplaudidos por más de 5,000 espectadores que miraban de frente, desde la roca de gradería zigzagueante y empinada de La Quebrada, magnífico y panorámico mirador. Casi todos se riraron a 35 metros de altura y hubo un muchacho de sólo 13 años que maravilló al público con este brinco tan estupendo y arriesgado.

Quien sólo lea lo antes dicho y tan sólo pronuncie el número de 35 metros, pero sin ver el precipicio y las aristas del cantil, y sin tener a la vista lo imponente y majestuoso del mar y de sus olas en continuo movimiento, tal vez no pueda medir el alcance y la intrepidez de estos muchachos que se arrojaron sin miedo de matarse en el rocoso despeñadero y como si fueran insensibles al golpe del agua.

Pero yo que vi el abismo y oí el retumbo de las olas que chocan contra las rocas y se coronan de espuma, iluminadas aquella noche por reflectores eléctricos y por fogatas de fantásticas llamas, casi sufría un desmayo al observar a cada clavadista que temerario y sereno, impávido y audaz saludaba con simpático ademán a los presentes, erguía su atlético cuerpo, llenaba sus pulmones de oxígeno y abría los brazos como si fueran alas, lanzándose al espacio, cayendo y saliendo del agua para escuchar las ruidosas aclamaciones de júbilo y congratulación.

Después de los 21 clavados que pudiéramos llamar comunes y corrientes, vino la segunda parte que llenó de pasmo a todos los circunstantes. Pero antes de tratar de describirla, consignaré aquí los nombres de los 21 clavadistas que ofrendaron a nuestra Señora de Guadalupe su deslumbrante actuación: Augusto Mecina, Rogelio Manzanares, Sergio Garduño, José Alvarez, Rafael Alvarado, Fidel Lagarza, Rosendo Rodrígez, Marcelino Alarcón, Enrique Palma, Macario Catalán, Francisco Robledo, Moisés Flores, Andrés Camero, Manuel García, Héctor G. Vázquez, Jaime Cárdenas, Apolinar Chávez, Juan Ojeda, Pablo Ramos, Carlos Flores y Gilberto Suástegui.


Los cinco siguientes clavados fueron de fantasía y su ejecución estuvo a cargo, primero de Luis Sotelo. Su clavado se denominó "Holandés Completo", y fue de una vuelta hacia adelante. El segundo le tocó a Gilberto Ceballos y fue de "Vuelta y Media al Frente". El tercero lo tuvo a su cargo Raúl de García, que fue "Con Antorchas". Estas iban encendidas y una en cada mano. Cuando se lanzó al vacío, las llamas se alargaron como fuegos fautos y se apagaron al introducirse al agua. El público quedó boquiabierto. El cuarto lo ejecutó Alfonso Apac, y fue de "Avión, Canguro y Vuelta". Lo que quiere decir que realizó tres distintos movimientos en su viaje aéreo. El quinto tocó a Juvencio Marín y fue de "Vuelta y Media al Frente en Escuadra". Ya se imaginará el lector las piruetas y cabriolas realizadas por este grupo de osados clavadistas.


Como último número se anunció un clavado triple, o sea, de tres clavadistas simultáneamente, denominado "Bandera Mexicana", porque cada uno iba con una capa larga y de amplios pliegues: Enrique Palma, de color verde; Andrés Camero, de color blanco y Héctor G. Velazquez, de color rojo. Su proeza, fue aplaudida largamente. Aunque yo había visto muchos clavados en mis viajes al Puerto de Acapulco, pero estos fueron aislados, uno cada hora, y comunes y corrientes. Por eso en esta ocasión gocé mucho mirando que todos estos portentos de agilidad y destreza los dedicaban con todo cariño a la Virgen de Guadalupe, con motivo de su proclamación como Reina de los Mares.


Esta ejecución de clavados se prolongó hasta las 2:30 horas en que los mismos clavadistas fueron a la Iglesia de La Soledad en devota peregrinación para orar ante la estatua de bronce que besaron con efusiva piedad.

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