¡EN ACAPULCO, TODOS SOMOS JUAN DIEGO! ¡PORQUE SANTA MARIA DE GUADALUPE, ES REINA DE LOS MARES!
¡A ACAPULCO LA VIRGEN LE DIJO, ESTE MAR ELIJO PARA SER MI ALTAR!

martes, 24 de junio de 2008

De Iguala a Chilpancingo

PBRO. LAURO LÓPEZ BELTRÁN

Si en la ciudad de Iguala, donde Iturbide seleccionó los colores de nuestro pabellón nacional y se confeccionó la primera Bandera de la Patria, hubo un verdadero torneo de fervor Guadalupano, tenemos que decir que Chilpancingo no se quedó en zaga. Más de 3,000 personas estaban a la espectativa por las calles y la plaza frente a la Iglesia Parroquial de la Asunción. No sabía la hora exacta en que llegaría la Virgen y esperaban la señal convenida de los cohetones para ponerse en movimiento y formar la valla. La llegada fue a las tres de la tarde tal vez tiempo no muy a propósito para congregar a la gente, pero es el caso que allí estaban desde medio día, hombres, mujeres y niños, formando un amoroso plebiscito para vitorear a la Augusta Señora de los Mares. Apenas se oyeron atronar en el espacio los cohetes, de inmediato se aumento la multitud.


Escoltada por toda clase de categorías sociales y por vehículos de la Cruz Roja y del Cuerpo Auxiliar del Turismo, a paso de rueda fue acercándose la comitiva con la metálica estatua. El muy Ilustre Señor Canónigo Don Agustín M. Díaz, párroco de Chilpancingo, tenía preparada una esplendorosa recepción. Las ambulancias de la Cruz Roja, el Cuerpo de bomberos y otras instituciones, a una señal del Párroco hicieron funcionar las sirenas, sumándose al repiqueteo de las campanas, al trueno de los cohetes, al aplauso de la muchedumbre, al son de las bandas de guerra de los colegios y al conjunto de músicos de Zumpango del Río que interpretaron sus más bellas selecciones líricas en homenaje a la Reina del Tepeyac que pronto iba a proclamarse como Reina de los Mares.


Un enorme marco de variadas flores puesto a la entrada del templo manifestaba los elevados quilates del fervor guadalupano del pueblo católico de Chilpancingo que rodeaba emocionado a su padre y Pastor, alma de todo este movimiento religioso. Después del canto de la Salve Regina y de la sagrada predicación continuó su camino hacia el puerto de Acapulco despidiendo todo el pueblo a la Santísima Virgen en el Jardín Cuéllar, frente a la Iglesia parroquial, con lágrimas en los ojos y con la plegaria en los labios implorando su maternal bendición.

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